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La arquitectura del tiempo: Stereolab Reconfigura el Silencio en el C Art Media


​El C Art Media de Buenos Aires, conocido por su versatilidad, se transformó en una gigantesca cámara anecoica, un espacio preparado para recibir la complejidad sonora que Stereolab trajo consigo tras veinticinco años de ausencia. La noche del 4 de noviembre de 2025 no fue solo un concierto, sino una lección magistral sobre cómo la repetición y la textura pueden generar una trascendencia emocional única.


​La expectación se cortaba con el aire. Cuando las luces finalmente se atenuaron, la banda subió al escenario con la sobriedad que caracteriza a Tim Gane y Laetitia Sadier. No hubo grandes gestos, solo la colocación precisa de los músicos en sus instrumentos, como científicos ante un experimento delicado.


​El golpe inicial fue con el nuevo material. El motorik hipnótico de «Aerial Troubles» (el nuevo álbum es Instant Holograms on Metal Film) comenzó a rodar, anclando el show en una base rítmica implacable. Gane, inmutable, parecía tallar la música más que tocarla, enviando capas de guitarra rítmica que se entrelazaban con los bajos pulsantes y el Farfisa, cuyo sonido analógico llenó el espacio de una calidez retrofuturista.


​El Laboratorio del Pop


​La verdadera magia de Stereolab reside en el contraste: la frialdad geométrica de los ritmos se fusiona con la dulzura utópica de la voz de Sadier. Su canto, operó como un mantra melancólico y consciente. En temas como «Mystical Plosives» o la compleja concatenación de «If You Remember I Forgot How to Dream Pt. 1» y su segunda parte, la voz de Sadier flotó por encima del caos organizado, recordándonos que incluso en la estructura más rígida hay espacio para la ensoñación.
​El público no bailaba, al menos no en el sentido tradicional. Era más bien un balanceo hipnótico colectivo, una inmersión profunda en la sonoridad que la banda orquestaba. La sensación era de estar observando una proyección de diapositivas musicales, donde cada sección se repetía y se modificaba mínimamente, revelando nuevas tonalidades con cada ciclo.


​Momentos cumbres llegaron con la inyección de temas icónicos. La irrupción de los sintetizadores en «Miss Modular» elevó la temperatura, transformando el Art Media en una pista de baile de diseño. El coro minimalista, repetido y adictivo, demostró por qué esta banda logró trascender las barreras del nicho experimental.


​De la Geometría a la Catarsis


​Un punto de inflexión emotivo y técnico se produjo con la ejecución de «The Flower Called Nowhere». Aquí, la pausa y la melodía tomaron el control. El tema se construyó lentamente, permitiendo que la melancolía pop se sintiera a flor de piel. Este momento de relativa calma fue crucial antes de que el grupo volviera a la carga con la densidad rítmica de «Percolator» o la aceleración contenida de «Electrified Teenybop!».
​La banda, en su totalidad, funcionó con una sincronía telepática. Cada músico era una pieza esencial que evitaba el lucimiento individual en favor de la totalidad sónica. Los cambios de tempo y las transiciones entre géneros (del lounge al noise, del pop de los sesenta al funk esquelético) fueron ejecutados con una fluidez asombrosa.


​El encore fue la catarsis final y esperada, con la poderosa e indispensable «Cybele’s Reverie» cerrando el set principal, y la emotiva «Immortal Hands» como broche de oro. Stereolab se despidió del escenario con la misma modestia con la que entró, pero dejando tras de sí un eco persistente: la confirmación de que su música no es solo una fusión de géneros, sino una filosofía sónica vigente. Regresaron para demostrar que la música de vanguardia no necesita estridencia para ser profunda, solo la inteligencia para reconfigurar el tiempo y el espacio a través de la repetición.

crónica Jessica Vispo

Fotos gentileza de Indie Folks