La primer banda que me conmovió y mi primer remera, fueron los Guns.
Después me di cuenta de ciertas cosas de estrellas de rock de manual tipo Spinal Tap: el cambio de batería, los berrinches de Axl, el consumo de drogas, los temas de diez minutos, etc. Pero «Appetite for destruction» redime todo eso y más: es un clásico que aún respira rebeldía y rock. Los guns eran marginales, no era pose.
Y las influencias variopintas: había rock and roll sucio, punk, glam, etc. «Welcome to the jungle» es la carta de presentación para una andanada de furia y canciones inolvidables.
El hit fue una canción de amor con un solo de guitarra eterno («Sweet child o’ mine») pero «Mr Brownstone» como oda a la heroína o «Out get me» que respira paranoia e ir contra lo establecido, son fundamentales.
Los Guns pintan una obra que quedaría en el top ten de los grandes discos de rock y pasan a ser super estrellas. Desde el carismático Axl Rose en voz, pasando por el hipnótico violero Slash y el punk Duff Mc Kagan, más el pilar sonoro de Izzy Stradlin y Steven Adler, el conjunto de Los Ángeles viene a agitar una vez más la bandera del rock como algo peligroso y ajeno a las buenas costumbres.
{loadposition items_related}